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TIEMPO DE PANDEMIA: LOS CAGAPRISAS SIEMPRE ACABAN FRENANDO


La vida es un semáforo. Cuando ves que está en verde, pisas el acelerador. Pero, si no manejas un carro premium, se pasa al rojo en un plis plas. Y tú, que llevas un utilitario con menos prestaciones que la defensa del Real Madrid, sólo tienes dos opciones: darte cuenta de tus limitaciones, y dar un zapatazo, o atarte los machos y saltártelo en rojo. Con la primera, acabas jodido y más alterado que una tertulia política. Pero siempre tendrás una y mil oportunidades de llegar a tiempo a esa cita que tanto deseas. Con la segunda, mejor que no te dé por ahí. Porque tienes unas cuantas papeletas para acabar peor que un autónomo cada final de trimestre. Además, nadie tiene la culpa de que seas un cagaprisas. Sobre todo, si ese alguien a quien vas a embestir pudiera ser, quién sabe, incluso el copiloto de tu vida. Moraleja: los semáforos siempre acaban estando por algo.

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