Cuando las cosas se ponen chungas, el miedo siempre aparece. Y no es mal asunto, porque quiere decir que tenemos algo, mucho o todo en juego. Vamos, que aún hay un castillo -más o menos grande- que defender.
Lo jodido viene cuando te das cuenta de que el acojone se extiende a tu alrededor. Entonces comprendes que hay demasiado territorio por defender. Y que cada uno empieza a hacer la guerra por su cuenta.
Vamos, que cada quisque ya sólo piensa en salvar su culo. Pésimo negocio, porque toda desbandada es la antesala de un seguro desastre.
Perdida la gran batalla, ya sólo queda la guerra de guerrillas. O sea, echarte al monte. Entonces, junto al miedo, que ése es patrimonio de cada uno, la dignidad es la bandera que, aunque te sometan a tortura, nunca hay que arriar.