Con casi ochenta y tres primaveras, a mi madre le ha salido un plan. Que sí. La verdad es que ella siempre ha estado de muy buen ver.
Y mira, en los tiempos que corren, y dado que la mujer se comió el confinamiento más sola que la una, la cosa tiene su mérito. Porque conservar la entereza, sin Internet ni perrito que te ladre, y resistir ante el corona no perdiendo la cabeza, ya es un éxito.
Pues sí, a mi madre, a estas alturas, le ha salido un plan. Y hay que alabar su suerte. Un plan que, además, tiene carrera. Es educado, debe saber idiomas, seguramente viajó por Europa con un Erasmus bajo el brazo y, encima, tiene bastante menos años que ella.
El caballero en cuestión, todo un crack, trabaja en un hospital. Es médico y, después de la primera cita, le ha dicho a mi madre que no se cree su edad. También que tiene el corazón como una rosa. Y, encima, va el tío y la vuelve a citar para 2023.
Así que mi madre, que sigue medio confinada, y sin perrito que ladre en su salón, ha marcado en rojo la fecha. Para llegar como una chavala, tras cuidarse a tope estos dos próximos años.
Tan guapa y habiendo dicho adiós, para siempre, a la jodida pandemia. Dispuesta a volverse a encontrar con ese doctor tan majo.
Moraleja: todos podemos encontrar una ilusión para salir adelante.
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