Pues sí, no hay nada como plantarte en un tienda, poner cara de jueves -que la antesala del finde siempre tiene su aquel- y abrir tu mente a nuevas anécdotas.
También disponerte a mantener cortas, pero intensas y enriquecedoras conversaciones con los lectores. Por supuesto, reencontrarte con esos libreros que tienen mil estanterías en la cabeza.
Lo dicho, un jueves -en Casa del Libro de Alicante- muy aprovechado. Otro día de esos en lo que no dejo de aprender. Y es que, dicen muchos de los que me conocen, soy como un niño.
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