Mi abuela Carolina lo tenía más claro que el agua de Litines: no hay nada peor que quedarte en tierra de nadie. Porque te zurran hasta en el carnet de identidad. Los amigos, por flojeras. Los menos amigos, porque sí, que para eso están.
Y mira que nos dicen que la virtud está en el término medio. Pero no hay manera. Porque ahora, si abres la boca, enseguida ofendes a alguien y te tiran los trastos con saña.
Pero si reculas, y tratas de quedar bien, entonces sí que estás con media estocada. Recurriendo a eso que los políticos más trileros llaman equidistancia.
Entonces, como Pablo Casado en su huida al centro, estás más perdido que el barco del arroz. Y tan jodido como una empresa turística.
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