Es curioso cómo se hacen tantas cosas sin querer. Una detrás de otra. Por mucho que te empeñes en decir que no. Y que, por ahí, ni harto de vino.
Yo no sé la de veces que he hecho algo a regañadientes. De mala leche. Buscándole una explicación. El porqué. Y es que posiblemente pensemos demasiado.
Mi abuela Carolina, que era impulsiva por un tubo, se crió en un mundo en el que hacías constantemente aquello que no deseabas. Y, claro, se mosqueaba.
Lo mismo que yo.
Por eso, cuando hablamos de madrugada y yo le pido consejo me dice: disfruta cuando hagas lo que te dé la gana. Tan pocas veces podrás hacerlo...
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